Primera aparición pública de la Plataforma en los medios locales de la ciudad: http://salamancartvaldia.es/not/143605/s-o-s-vandalismo-acustico/
150
€, ni uno más ni uno menos, ha sido la multa impuesta a una vecina
de Salamanca por «ruidos de golpes y ruido de cama» como así han
recogido múltiples medios tanto locales como nacionales. Esta
noticia que, de manera individualizada no dejaría de ser anecdótica,
ha de ser puesta en relación con otra aparecida a primeros de este
mes, también en Salamanca si bien con menor repercusión mediática,
que advierte que el ruido es, después de los percances sanitarios,
el principal responsable de las incidencias al 112 con un total de
1.893 intervenciones durante el año 2016. Dato que ya en 2005 se
repetía de manera similar viniendo a alertar de que un
importante engranaje no marcha nada bien en nuestra sociedad
haciendo chirriar las bisagras de la convivencia. A su vez hay que
sumar otra noticia de esta misma semana que informaba sobre 610
denuncias efectuadas por la Policía Local en materia de ruidos, es
decir, esto sumás de 2.500 denuncias solo en 2016. Y si la media
de hogar en Salamanca es de 2,21 personas según la estadística de
marzo de 2016, el problema del ruido afectó de manera directa como
mínimo a 5.531 ciudadanos en sus casas. Cifra nada desdeñable y que
se dispararía si todos los afectados llamaran, rompiendo así las
estadísticas oficiales. Sin pretender inflar los resultados, es
posible que los ruidos en los hogares afecten a entre 10.000 y 15.000
salmantinos. El número de perjudicados y las cifras que se repiten
año tras año advierten de la gravedad del conflicto, siendo
oportuno traer a colación las palabras de la escritora Elvira Lindo,
«siempre tengo la sensación de que en España la contaminación
acústica no le importa a casi nadie, o que nadie considera que la
tranquilidad sea un derecho».
Las conclusiones que se
pueden extraer con todos estos datos son varias, pudiendo destacar
que se está vulnerando constantemente el derecho de los salmantinos
a descansar, siendo miles los afectados; que se ha generalizado y
normalizado una situación insoportable; que existe una constatada
indiferencia por parte de la clase política y de la ciudadanía por
no corregir estas cifras que se repiten año tras año y que el
centro de la ciudad va a ser inhabitable a este ritmo.
Las alternativas, además
de la necesaria voluntad política por enmendar esta situación,
empiezan por la concienciación y por la cooperación entre los
afectados -superando el característico «¿qué hay de lo mío?»-,
para a continuación sentarse en una mesa con el resto de agentes
implicados en la búsqueda de soluciones a un problema que se ha ido
por completo de las manos y que hace tanto ruido, que no permite
ninguna clase de diálogo.
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